El año pasado mi libro favorito fue El gato y la ciudad, novela de Nick Bradley escrita a modo de relatos que muestra diferentes aspectos de la vida en Tokio y de la cual ya hemos hablado antes. Si aun no conoces dicha obra, puedes leer la reseña que se encuentra en este blog, o mejor aún, leer la novela ya que es una propuesta muy interesante y entretenida. Este año, fue publicada en español la segunda novela de este autor con el título Cuatro estaciones en Japón y como no podía ser de otra manera, Bradley vuelve a ofrecernos una experiencia muy especial.
De Nick Bradley no hay mucho que agregar, salvo que ya no tengo clara su nacionalidad. Es un autor que nació en Alemania pero creció y actualmente vive en Inglaterra. Pasó varios años viviendo en Japón donde trabajó como profesor, fotógrafo y traductor, experiencias que sin duda han servido para la realización de sus dos novelas. También tiene una maestría y un doctorado en escritura creativa, obteniendo este último grado con un estudio sobre la figura del gato en la literatura japonesa. Conociendo este detalle, no es de extrañar que los gatos sean importantes en sus novelas.
El primer detalle que salta a la vista es que tiene continuidad con la primera novela sin tratarse de una secuela, o al menos no en su totalidad. Cuatro estaciones en Japón tiene como a una de sus protagonistas a Flo Dunthorpe, la traductora que aparece en El gato y la ciudad. Del libro anterior le acompañan como personajes recurrentes Kyoko y Makoto, que siguen como pareja y se han vuelto buenos amigos de Flo. El segundo detalle que tiene esta obra es que se trata de una novela dentro de otra novela: en principio está la historia de Flo, pero las cosas cambian cuando en el tren de regreso a casa se encuentra con una novela, misma que leeremos junto a la traductora.
El año de Flo
La novela comienza con Flo en un izakaya de Shinjuku con sus amigos Kyoko y Makoto. Por si no lo saben, un izakaya es un restaurante-bar japones tradicional. La pareja comienza a hablar con Flo porque la han notado desanimada en días recientes, a lo que ella comenta que no se trata de nada importante aunque en verdad está pasando por un momento difícil del cual no puede hablarles con libertad, por lo que termina comentando solo una de sus frustraciones. Tras publicar la traducción de los cuentos de Nishi Furuni, la misma en la que trabajaba en el libro anterior, no ha encontrado un proyecto que le apasione por más propuestas que tenga. Makoto dice entenderla y desde su perspectiva nota que Flo ha cumplido con su más grande como traductora, por eso ahora no tiene otro sueño que cumplir.
Las palabras de Makoto no están del todo equivocadas, pero hay otros asuntos que la tienen frustrada. En primera, se encuentra una reseña negativa que criticaba tanto la obra del autor que tanto le gustaba como su trabajo de traducción en el cual puso tanto empeño y aun sabiendo que eso podía pasar, no puede evitar que le afecte. El segundo problema lo tiene con Yuki, su novia de hace un par de años con quien pasa un momento difícil porque a ella se le ha ofrecido un trabajo en Nueva York, algo que a Flo no le emociona. Pero esto es algo que no puede compartir, pues no le ha contado a sus amigos que a ella le atraen las mujeres.
Mientras Flo pasa por todos esto problemas en soledad, ya que le cuesta compartir sus preocupaciones y sentimientos, encuentra en el tren un libro abandonado llamado “El ruido del agua” escrito por un tal Hibiki. Por curiosidad comienza a leerlo y su gusto por el libro es tal que se decide a traducirlo mientras lidia con su propia frustración, su ruptura y una constante sensación de que tal vez no debería seguir en Tokio.
El ruido del agua
La novela empieza con Tabata Ayako y en su primera oración se nos dice que es una mujer a la cual no le gusta alterar su rutina diaria. Lleva una vida tranquila en la ciudad de Onomichi donde es dueña de una cafetería llamada Campamento Base. Entre los locales es conocida por su carácter estricto y feroz, pero también por ser amable y ayudar a cuanta persona lo necesite. Tras esta introducción, nos enteramos que ella se encuentra nerviosa porque pronto tendrá un nuevo inquilino en casa, pero al ser una mujer tan implacable, no se permite demostrar sus inseguridades ante nadie. Junto a ella conocemos a otros personajes que serán recurrentes en la trama: Sato, cliente regular de la cafetería y dueño de una tienda de discos, y el joven matrimonio de Jun y Emi quienes trabajan en la remodelación de una casa para volverla un hostal.
Por la tarde, Ayako cierra su cafetería para realizar su rutinaria caminata que le lleva al Templo de las Mil Luces, en la cima de una montaña, para después bajar al conocido callejón de los gatos. Ahí alimenta gustosa a los mínimos con atún y cangrejo, además conocemos al personaje felino de esta obra: un gato negro con un solo ojo llamado Coltrane. Por supuesto, no podía faltar un gato en una novela de Bradley y como nos podemos imaginar, será importante en la trama más adelante.
En la estación de trenes de Tokio conocemos a nuestro otro protagonista, un joven de 19 años llamado Kyo, el nieto de Ayako. Espera junto a su madre la llegada del tren que lo llevara hasta Onomichi, pues él es ese inquilino que vivirá con Ayako. Pero en verdad no quiere dejar Tokio, le gustaría quedarse en la ciudad y continuar su vida cerca de sus amigos. ¿Y a que va a Onomichi? En ese pueblo existe una escuela de repaso a la que fue inscrito y es que Kyo se enfrenta a la difícil situación de haber suspendido los exámenes de ingreso a la facultad de medicina. Entre su madre y abuela llegan al acuerdo de cambiar la rutina del joven con la esperanza de que esto resulte benéfico para él.
Mientras esperan el tren, la madre de Kyo recibe un llamado de emergencia. Debe presentarse de inmediato en la clínica donde trabaja, por lo que deja a su hijo solo en la estación. Kyo promete subirse al tren adecuado pero en verdad planea subirse a otro que lo lleve a Osaka, pasar la noche ahí y luego llegar a Onomichi. Ya de camino a Osaka ocurren dos cosas muy importantes: Kyo conoce a Ayumi, una chica amante de la literatura que se vuelve su compañera durante este viaje improvisado y posteriormente será su interés amoroso. A nosotros se nos revela que nuestro protagonista tiene talento como dibujante.
El paseo por Osaka iba bien hasta que Ayumi lleva a Kyo a un bar, donde tras beber unas cervezas a nuestro protagonista lo vence su mentalidad derrotista y huye, ahora rumbo a Onomichi. Como era de esperar, la convivencia entre Ayako y Kyo comienza de la peor manera posible y lo primero que el muchacho conoce es el lado más estricto y duro de su abuela.
Cuatro estaciones en Japón
De esta manera dan inicio ambas novelas, protagonizadas por personajes llenos de dudas, inseguridades y con la creencia de haber perdido el camino. Como ya se dijo antes, la trama de Flo se centra en dos asuntos. Primero está la manera en que lidia con sus problemas personales: tiene la sensación de ya no pertenecer a Japón, pero tampoco siente que deba volver a Estados Unidos; tiene reciente la ruptura con su novia con quien llevaba un par de años y el problema de siempre encerrarse en si misma para no compartir sus sentimientos. El segundo tema con Flo es sobre la misma traducción y la manera en que un comentario negativo le ha hecho dudar de sus capacidades; no solo somos testigos de cómo Flo lidia con sus demonios personales, también la manera en que se enfrenta a una ardua labor de que conlleva elegir las palabras correctas para que una novela se entienda, la presión de su editor y la búsqueda del misterioso Hibiki, autor de “El ruido del agua”.
La relación que nuestra protagonista tiene con la novela “El ruido del agua” no se queda en solo el proceso de traducción, que bien es una parte importante de su trama. También podemos ver como el personaje de Ayako llega a influir en la vida de Flo y la manera en que algunas de las lecciones que le da Kyo terminan por hacer eco en la traductora. Cuatro estaciones en Japón es en un caso de metaficción, algo que se da cuando una obra hace referencia a otra obra que se encuentra dentro de la primera. O para ponerlo de otra manera, es una novela dentro de otra novela, con una relación que tanto nos habla de la manera en que se trabaja con una traducción con todas las complicaciones que lleva tal tarea, como la manera en que dicha novela influye en la realidad de Flo.
Kyo, en este caso, se vuelve ese personaje con el cual Flo puede identificarse y gracias al cual el contenido de la novela interna hace eco en ella. Si bien el muchacho tiene sus propios problemas, comparte con la protagonista esa necesidad de pertenencia, aunque este es solo uno de sus problemas. De la relación entre Ayako y su nieto se desprenden muchas preocupaciones así como situaciones familiares delicadas. Se exploran, entre algunos temas, la pérdida de un familiar, el abandono de los padres, la rebeldía juvenil y las dudas que surgen ante la elección de una carrera profesional. Y aunque parezca que solo Kyo pueden aprender de sus mayores, la misma Ayako aun con toda su experiencia, descubre que su concepción de la vida puede cambiar y aun no lo sabe todo.
Cuatro estaciones en Japón, aunque sea menos experimental que El gato y la ciudad, no deja de ser toda una experiencia que apela a nuestros sentidos pero, aún más, a nuestras experiencias. Si en la primera novela de Bradley teníamos una colección de relatos que se relacionaban y debíamos encontrar la historia que entre todos estos se construye, aquí estamos ante dos historias bien definidas y lineales que interactúan la una con la otra mientras se exploran situaciones por las cuales hemos pasado o enfrentamos actualmente, lo que permite una identificación con sus personajes y vuelve a esta novela una experiencia que vale la pena darle una oportunidad.