miércoles, 26 de enero de 2022

Cacería de historias: La Policía de la Memoria

Imagina vivir en una isla perdida en algún punto del basto océano, una isla que hasta cierto punto es autosuficiente y la vida es, en apariencia, tranquila. Sin embargo, en este lugar ocurre un fenómeno muy particular: cada cierto tiempo ocurre la desaparición de algo; un día pueden ser los caramelos, al otro las armónicas y en otro momento, los calendarios. Esta desaparición no se limita a que dicho objeto no vuelva a verse en el territorio, sino que los mismos habitantes de la isla olvidan por completo que alguna vez existió. Nadie sabe que será lo siguiente en desaparecer, pero a nadie le importa. Todos lo aceptan sin darle mayor importancia y aquellos que tienen la desdicha de recordar, deben cuidarse de la Policía de la Memoria.

 

Lo anterior es la premisa de la novela La Policía de la Memoria, obra de la japonesa Yoko Ogawa. Iniciamos con esto la sección llamada “Cacería de historias” en la cual hablaremos de libros, mangas, series y a ver que más encontramos por ahí. Esto no se trata de hacer análisis pesados ni nada parecido, será más bien una visión general y algún punto interesante que encuentre por ahí.

 

Quiero admitir que no tenía pensado leer este libro. No lo conocí por una recomendación, ni por alguna publicación en internet. Ni siquiera era de los muchos que tengo en espera (y vaya que tengo muchas lecturas pendientes). Un día después del trabajo fui a buscar los tomos de manga que tocaban ese mes y por lo regular miro las novedades que ofrece la tienda. Entre todos esos libros de superación personal, tomos sobre el gobierno en turno y las numerosas narconovelas que son tan populares en este país, encontré un libro que me llamó la atención por su título y portada. Mis experiencias anteriores con Tusquets, editorial que publicó La Policía de la Memoria en esta parte del mundo, ya habían sido muy buenas y en mi cabeza sonó una alarma. Sin duda, debía leer esto.

 

Yoko Ogawa nos presenta una historia que podríamos clasificar como una distopía, así como lo son Un mundo feliz, Fahrenheit 451 y la famosa 1984, novela que aún no leo, pero tengo en espera. O eso es en apariencia. ¿En qué se parecen los mundos de estas novelas? En el control de las organizaciones gubernamentales y nada más. En ese sentido, me parece más cercana a Fahrenheit 451. En Un mundo feliz tenemos una sociedad futurista, con grandes avances tecnológicos y que mediante manipulaciones genéticas se ha mecanizado la reproducción humana, algo que sirve para generar los estratos sociales. En la obra de Ogawa no hay nada de eso. La sociedad presentada se percibe más cercana a la actual y me atrevo a decir que nuestro entorno es más avanzado al de la novela, lo cual es obvio si tomamos en cuenta que la fecha original de publicación fue en 1994. Así que no encontraremos celulares sofisticados, ni computadoras potentes.

 

Tampoco quiero decir que sea una obra parecida a Fahrenheit 451, pues su mayor coincidencia está en la agencia de gobierno que vigila a los ciudadanos. Si con Bradbury los encargados de quemar los libros son los integrantes del cuerpo de bomberos, con Ogawa tenemos a la Policía de la Memoria, la única organización gubernamental mencionada en toda la novela y vigilan tanto que nadie esconda los objetos desaparecidos como a la gente. En un principio me esperaba una novela de este tipo, con una protagonista que buscaba salir de ese sistema implementado, que enfrentara a la Policía y se uniera a alguna rebelión, pero las cosas fueron por otros rumbos. Ya retomaremos esto más adelante cuando explique la trama.

 

Esta historia es protagonizada por una mujer cuyo nombre desconocemos. De ella sabemos que es una novelista y sus padres fallecieron antes de la trama principal. Su padre era un ornitólogo y su madre una escultora. Otros personajes importantes con el amigo anciano de la novelista, un amable señor que puede reparar cualquier desperfecto casero, y el señor R, editor de la novelista.

 

Un detalle llamativo de todos los personajes es que no hay nombres. Podemos enterarnos de varios aspectos de la vida de cada quien, su pasado y su presente, a que se dedican y sus preocupaciones, pero nunca nos enteramos de los nombres. Lo más cercano es la familia Inui, pero les conocemos mediante su apellido. Así que nombres propios no hay ninguno, aunque tampoco son necesarios; la cantidad de personajes es reducida y no da lugar a confundirnos. Supongo que esta ausencia tiene la intención de reforzar la idea de que todos están olvidando cosas en esa isla y sus memorias se están deteriorando.

 

La trama es la siguiente. En una isla cuyo nombre y ubicación nunca se nos menciona, ocurre el fenómeno de las desapariciones. Cada cierto tiempo, algún objeto desaparece y con este todos sus recuerdos y emociones asociadas. Ante tales desapariciones, la gente no tiene otra opción más que aceptarlas y adaptarse a un nuevo estilo de vida. Sin embargo, existen personas capaces de conservar sus memorias intactas. La madre de la protagonista es una de estas personas y conserva muchos de los objetos desaparecidos en una cajonera ubicada en su taller. Ella siempre le permitía a su hija observar estos tesoros, le ofrecía una explicación de lo que eran y para que servía. Lamentablemente, la temida Policía de la Memoria descubrió esta capacidad y llamó a la escultora a sus instalaciones con la excusa de un trabajo, aunque esta mujer falleció una semana después.

 

Con el paso de los años, la protagonista no ha hecho más que aceptar la realidad que le ha tocado vivir. Ante las desapariciones solo le queda seguir con su ritmo de vida al igual que todos los habitantes de la isla. Completamente sola, su única amistad es la de un anciano que vive en un ferri inservible a quien conoce desde niña. La segunda persona importante para ella es su editor: el señor R, aquel hombre encargado de revisar sus obras y hacerle las sugerencias pertinentes.

 

El suceso que provoca un cambio en la novelista es la repentina aparición de la familia Inui en su casa. Ellos le explican que escaparan de la ciudad y de la Policía, refugiándose en los dominios de la resistencia y a modo de despedida le entregan unas esculturas hechas por su madre. Al poco tiempo descubre que el señor R es de las personas capaces de recordar los objetos desaparecidos y ella, temerosa de que sea víctima de la Policía de la Memoria y recordando la huida de la familia Inui, le propone esconderlo en su casa. Así da inicio su odisea por esconder al editor de la organización de gobierno y todo lo que conlleva: guardar las apariencias, preparar el refugio, las provisiones y la constante preocupación de ser descubiertos a lo que se suma un invierno interminable y la repentina escasez de alimentos. Lo que sea para volver más difícil la vida de la protagonista.

 

Ahora te advierto que se vienen los “spoilers”, por lo que recomiendo pasar hasta el penúltimo párrafo de este escrito. Aun estas a tiempo de huir. ¿Ya? Bueno, te lo advertí.


Una sonriente Yoko Ogawa

Si bien la idea es muy llamativa y bien podría ofrecernos una historia sobre una sociedad condenada a olvidar y su resistencia a hacerlo, me temo decirte que esto no va a pasar. No existen conflictos armados ni atentados contra las instalaciones de la Policía de la Memoria. Ni siquiera la llamada resistencia tiene un papel activo. Ellos se dedican solo a esconder personas, pero su mención es más anecdótica que otra cosa. Solo nos enteramos de su existencia por la familia Inui y una que otra mención muy ocasional hecha por nuestra protagonista. Entonces, la novela se centra más en la vida cotidiana de la protagonista y no en una lucha contra la agencia gubernamental.

 

En cuanto al fenómeno de las desapariciones también resulta muy llamativo por todo lo que implica. ¿Recuerdas que mencione como la gente las aceptaba? Pues tanto las aceptan que ellos mismos participan en dicho fenómeno. Cuando ocurre la desaparición de los pájaros, estos abandonan la isla en una enorme parvada ante la mirada de las personas, pero no solo eso. Todos aquellos que tienen algún ave como mascota acuden ante la Policía de la Memoria para dejarle en libertad y deshacerse de sus jaulas. Lo mismo ocurre cuando desaparecen los calendarios, son los mismos habitantes de la isla quienes los incineran en un ritual colectivo. El olvido de estos objetos tampoco es inmediato. Pueden pasar horas o días antes de que se pierda la noción del objeto y aunque las personas los tengan en sus manos no comprenden lo que son. En este sentido, las desapariciones no son físicas, sino mentales. Cuando la novelista se encuentra con una caja de música, esta no significa nada para ella y con dificultad aprende lo que es.

 

Las escenas que tratan sobre las desapariciones son muy buenas, en especial cuando se narra la desaparición de las novelas. Es el momento en el que mejor se explica y desarrolla el fenómeno tanto a un nivel mental como social, pues vemos a todo el pueblo actuar según los designios de la Policía de la Memoria y crear enormes hogueras para quemar los libros. En contraparte, el dichoso fenómeno de las desapariciones nunca se nos explica. No sabemos por qué ocurre ni como se determina al siguiente objeto en desaparecer; ya sea que se deba a alguna fuerza sobrenatural o la misma Policía lo elija.

 

Existe una propuesta que encontré en una pequeña reseña mientras leía esta novela y esa es que estamos ente una obra metafórica en la cual se habla sobre la enfermedad de Alzheimer y su lento desarrollo. No me parece nada errado pensar de esta manera. La ausencia de nombres en los personajes, así como la naturaleza de las desapariciones que son a un nivel conceptual le da sentido a esta propuesta. Del mismo modo y ya muy avanzada la obra, se da el deterioro físico de los habitantes de la isla, quienes poco a poco deben afrontar la desaparición de partes de su propio cuerpo. En este sentido, nuestra protagonista sería una persona con Alzheimer, la Policía de la Memoria representa a esta enfermedad y las desapariciones el avance de la misma. Quedaría el detalle del señor R, quien bien podría representar a un cuidador o un familiar, aunque me gusta más la idea de que represente a la misma memoria de la protagonista.

 

Por ultimo y ya sin entrar en “spoilers”, me queda destacar el estilo y el ritmo de la obra. Si bien nos encontramos ante una novela japonesa y resulta obvio que son tradiciones de escritura distintas, me parece que la traducción vuelve a La Policía de la Memoria una obra disfrutable; el lenguaje no se siente pesado, lo que compensa el ritmo lento de su narración, mismo que acelera hacia los últimos capítulos. Esto tampoco supone un gran problema, lo siento hasta necesario para la construcción del entorno. Y ni hablar de los momentos sentimentales; hay varios muy bien logrados y la narración sobre ciertas desapariciones te transporta a la dichosa isla, en especial una que afecta la vida de la protagonista. Si leíste los párrafos con spoiler, ya sabes cual es.

 

Quizá mi única queja viene con ciertos diálogos de la protagonista. Tanto los personajes ocasionales como el anciano y el señor R suelen tener líneas cortas pero concretas, en cambio, la novelista llega a dar pequeños monólogos que se sienten muy extensos y en un par de ocasiones ocupan una página completa. Estos momentos me cortaron la acción, me parecieron demasiado extensos y hasta me perdí en sus reflexiones, cosa que no ocurre al momento de narrar. Por último, ahora que menciono la narración de la protagonista, resulta muy curioso que en la historia olvide lo que son los pájaros, los sombreros y otros objetos, pero durante la narración misma los mencione sin ningún problema. Se que esto vuelve más fácil la lectura, pero origina un pequeño problema de coherencia. A pesar de estos detalles, pasé un buen rato con esta novela. No fue lo que esperaba, pero resultó una lectura agradable que en cierta manera destaca esos pequeños detalles que nos rodean y a veces pasamos por alto aunque en algún momento estuvieron llenos de significado y emoción.

 

¡Nos leemos luego!

domingo, 16 de enero de 2022

Zarpamos a un nuevo proyecto: La nave de los cazadores

 


Cuando Gabriel García Márquez escribía Crónica de una muerte anunciada allá en 1979, había comprobado una cosa: las pausas entre libros le afectaban el hábito de escribir y por esto mismo le resultaba difícil empezar uno nuevo. Entre los años de 1980 a 1984, se propuso una actividad con el objetivo de mantener la disciplina: escribir una nota semanal en periódicos de diversos países para mantener el brazo caliente. Lo anterior es mencionado en el prólogo de Doce cuentos peregrinos incluidos en la compilación Todos los cuentos (Diana; 2012)

 

Este ejercicio es tan útil como necesario, o eso pienso. Por una parte, tiene la finalidad de solucionar uno de los problemas más grandes que se puede enfrentar cualquier persona que intente dedicarse a cualquier actividad: la disciplina. Para algunos es más fácil, para otros se dificulta, pero resulta vital cuando quieres desarrollarte, ya sea con ejercicio físico o en alguna actividad artística. No se pude depender de la inspiración o la motivación. Sí, son importantes para empezar, pero así como vienen, se van. Es entonces que todo depende de ti, de tu constancia y disciplina. Si, a veces no se tiene tiempo para dedicarse a estas cosas o has pasado por un día agotador que se llevó todas las energías. Una o dos veces está bien, no pasa nada. Sin embargo, ya es un problema cuando esto se extiende a meses. Claro, el mundo en que vivimos no siempre da las facilidades y hay muchos factores que terminan afectándonos, pero son externos, algo que no podemos controlar.

 

Y lo anterior nos lleva a la segunda parte de este ejercicio. Con la disciplina viene la práctica y con esta el desarrollo de las habilidades. Así sea música, un deporte, dibujo o escritura, con su constante practica se llega a un dominio de tal actividad, se van puliendo los detalles y, lo más importante, se mantienen los músculos calientes. Esto es lo más importante. Así como un dibujante requiere pasar horas dedicado a su actividad, lo mismo un escritor. Tomas ritmo y cada vez se hace más fácil iniciar o retomar un trabajo.

 

Por eso he creado este blog, para hacerme la costumbre de publicar algo cada cierto tiempo, dígase una semana o dos y así evitar una sequía de textos o alejarme de la práctica. También quiero pasarme a algo que no he probado antes, los fanfics y los cuentos son divertidos, me encanta hacerlos. Pero hay otras cosas que quiero hacer, otros tipos de escritos que explorar y muchas ideas que compartir.

  

¿De que tratará este blog? En un principio pensé en hacerlo sobre literatura, pero luego me arrepentí. Sería mucho más trabajo del que me gustaría dedicarle a este espacio, aunque no por eso planeo dejar de lado dicha área. Prefiero hacer de este un espacio más personal, enfocado en mis gustos e intereses. Así que prepárate, porque aquí igual daré mi experiencia como lector de algún libro o retomaré un pasaje del mismo, pero habrá videojuegos, series, anime. Un día podría escribir sobre mi cuento favorito de Rubén Darío, al otro hacer un top 10 de waifus y al siguiente compartir una receta para hacer pastel de queso.

 

Y sin más, he terminado la presentación por hoy. Los siguientes cuatro post ya los tengo pensados, solo falta la parte más complicada: escribirlos. Si todo sale bien, en una semana estarán aquí mis impresiones sobre una serie que salió este año. Sí, esa serie.

 

¡Nos leemos luego!

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