jueves, 23 de marzo de 2023

El problema de Disney (no es la inclusión)

En los últimos días hemos visto una serie de memes que celebran el éxito de Pinocho de Guillermo del Toro, pero este reconocimiento no se limita al humor de internet; la crítica adora esta película y encontrar comentarios favorables es fácil debido a la cantidad inmensa que existe de estos (aunque eso no quita la existencia de uno o dos en contra, no se puede dar gusto a todos). Lo anterior se refleja en los premios ganados por este largometraje. Estos llegaron uno tras otro hasta su culmen al recibir el Oscar a Mejor Película Animada en la reciente entrega. En cambio, el remake en live action producido por Disney… ha pasado por todo lo contrario. Desde la polémica por el Hada Azul, hasta señalar que un actor tan experimentado como Tom Hanks se nota forzado en su papel como Gepetto, la escasa iluminación en sus escenas y demás errores hicieron su aparición desde los primeros avances de dicha cinta. La inversión de aproximadamente 150 millones de dólares valió para nada y le valieron el premio Razzie a Peor Remake.

Ahora se aproxima una nueva oleada de estrenos y Disney viene… con más remakes live action. Es turno de La Sirenita, cinta que desde primeros anuncios ha recibido comentarios… variados. Ya ni hablemos de Peter Pan y Wendy, el largometraje próximo a estrenar y que al parecer a nadie le importa, ni siquiera a su propia casa productor que planea mandarla directo a su plataforma se streaming. Yo recién me enteré de su existencia hace dos o tres días y el avance lleva en YouTube más de tres semanas. Esta cinta tiene nula reacción, salvo la burla y acusaciones de “inclusión forzada” por elegir a Yara Shahidi  para el papel de Campanita, algo similar a lo que vemos con Halle Bailey por interpretar a Ariel de la otra película, pero en menor medida.

Por su parte, Illumination próximamente tiene el estreno de una película que ha llamado la atención de todos con una reacción más que positiva: Super Mario Bros. Y aunque la elección de Chris Pratt en el papel principal es muy cuestionada, la sensación que dan los avances es de una producción increíble. No solo eso, la cinta de Illumination resulta atractiva por sus propios motivos: está basada en un videojuego, pero no en cualquiera; se trata de una película inspirada en Mario, uno de los pilares en la historia de esta industria y la mascota de Nintendo. Este último detalle es a su vez otro de los focos de principales, pues la empresa nipona es conocida por su actitud controladora y que aceptaran hacer una película sobre su personaje insignia después del desastre que fue la producción de 1993 parecía algo imposible. Sin embargo, los primeros avances dan una buena impresión y la cantidad de referencias al universo de Mario Bros ha enganchado al público. Las mentes más imaginativas incluso especulan de un proyecto tipo Marvel cuya conclusión sea una película inspirada en Super Smash Bros.

Por si fuera poco, fieles a su costumbre de molestar a la casa de Mickey Mouse, DreamWorks se suma a esta oleada de estrenos con Ruby Gillman, Teenage Kraken. La historia de esta película nos remonta al ancestral enfrentamiento entre krakens y sirenas mientras su protagonista, Ruby, solo quiere la vida tranquila y típica de cualquier humana adolescente. Sí Disney estrena una película sobre sirenas, DreamWorks también tendrá su película de sirenas donde ellas serán las malas y para rematar, la antagonista (llamada Chelsea) tiene un diseño sospechosamente parecido a la Ariel de La Sirenita de 1989. Esta no es la primera vez que ocurre; en 1998 Disney y Pixar estrenaron Bichos: una aventura en miniatura, una película sobre hormigas. DreamWorks hizo lo mismo con Hormiguitaz. Por favor DreamWorks, no dejes de fastidiar a Disney. 

 

A ver, lo sé, estamos hablando de medios distintos. Disney apuesta con sus grandes producciones llenas de efectos especiales con actores de carne y hueso en pantalla, mientras Illumination y DreamWorks prefieren a la animación; sin embargo, el público objetivo es el mismo: la familia. El producto final deben ser cintas que cualquiera pueda ver y disfrutar sin importar su edad. Pero Disney tiene un problema y es que no deja de jugar a lo seguro, repite lo que ya está hecho aferrándose a esas licencias que ya le aseguraron éxito en el pasado.

Por supuesto, podemos acusar a otros estudios de esto. DreamWorks ha explotado Shrek, Madagascar y Kung Fu Panda mientras que Illumination aprovechó el éxito de los minions. Esto es normal, cuando alguna película, videojuego o cualquier obra tiene éxito, la práctica común para seguir exprimiendo todo el dinero posible es realizarle una o más secuelas, incluso historias derivadas mejor conocidas como spin off. El gato con botas, Los pingüinos de Madagascar o las películas de los minions son ejemplos de ello. Los resultados pueden variar, pero cuando se hace con el debido empeño el resultado puede ser incluso mejor a sus predecesores. El asunto con Disney es que ellos ya pasaron por esa etapa.

Para aquellos que no lo sepan, hubo un tiempo en que Disney era más que solo películas. Cuando alguna de sus producciones tenía éxito y había tela de donde cortar, esta recibía una serie animada. Muchos recordaron y otros más escucharon por primera vez de Buzz Lightyear: Comando Estelar (2000) gracias a las polémicas en que se vio envuelta la película Lightyear. Pero el famoso personaje de Toy Story no fue el único en recibir un programa de televisión. Timón y Pumba de El rey león fueron tan populares que obtuvieron su propia serie en la cual viajaron alrededor del mundo allá por 1995, Aladdin siguió con sus aventuras en 1994 y lo mismo podemos decir de La sirenita (1992). Sé que hay más series, pero no quiero extender esto demasiado, solo estoy refiriendo que la práctica de exprimir una franquicia no es algo nuevo y menos para Disney. Las precuelas y secuelas también fueron una práctica común que tenían más o menos éxito. Por ejemplo, La sirenita tuvo una secuela y una precuela, La Cenicienta y Aladdin tuvieron dos secuelas, El libro de la selva, El jorobado de Notre Dame y Pocahontas tuvieron una.

El problema es que Disney se ha estancado en su propia fórmula. Antes de 2010 la casa de Mickey Mouse ya producía sus películas de acción real. La mayoría eran historias originales destinadas a la pantalla grande, otras pasaron directo al formato casero. También contaban con una adaptación de El libro de la selva (1994) y 101 dálmatas (1996), aunque estos proyectos iban a la par de numerosas películas animadas. Para 2010 comenzaría una tendencia que persiste hasta nuestros días y quien sabe hasta cuando terminen. Ese año vio el estreno de Alicia en el País de las Maravillas, dirigida nada más y nada menos que por Tim Burton. Esta película fue un éxito y marcó el inicio de una nueva practica en Disney: adaptar sus películas animadas clásicas a películas de acción real. Esto ha tenido más o menos éxito. Todos recordamos Maléfica protagonizada por Angelina Jolie o la versión de Aladdin en la cual Will Smith es el genio. En otros casos, el éxito solo se dio en taquilla para posteriormente caer en el olvido y otras nunca despegaron. De hecho, yo ni recordaba la nueva versión de la Cenicienta o que hubo una de Dumbo. Pero es algo que tenía que pasar; no todas las películas animadas de Disney tuvieron el mismo éxito y los live action fallarían en algún momento.

Con el paso de los años, Disney se volvió una víctima de su propia tendencia y ha dejado de ofrecer algo nuevo. En su momento, Alicia en el País de las Maravillas funcionó como una secuela a la cinta homónima de 1951. Aquí se nos presenta a una Alicia en los umbrales de su vida adulta que debe recordar quien es ella para seguir con su vida y salvar a Infratierra. Christopher Robin (2018) hace algo similar al mostrarnos la vida adulta de Christopher, quien, en medio de una crisis laboral y familiar, se reencuentra con Winnie the Pooh y sus amigos del bosque de los Cien Acres. Cruella (2021), en cambio, se trata de una precuela enfocada en los orígenes de la antagonista de 101 dálmatas. Por lo demás, no se dan reinterpretaciones o propuestas nuevas, cambiaran algunas cosas pero en esencia se trata de la misma película que ya se vio hace años y pareciera que la única modernización ofrecida por Disney es cambiar apariencia de ciertos personajes. No digo que esté mal, es algo que debes hacer en una época de cambio como la que vivimos, pero si esto es lo único que ofreces y dejas de lado el trabajo creativo, no lo estás haciendo bien. No hay nuevas propuestas ni reinterpretaciones, las grandes producciones se vuelven un copiar y pegar de la adaptación que ya funcionó en el pasado con lo que cualquier rastro de originalidad brilla pero por su ausencia.

Tampoco se trata de que Disney dejara a un lado la animación, pero en los últimos años se ha visto un cambio. Tenemos el reciente caso de Strange World, una película de la cual Disney ni se preocupó por promocionar como suele hacerlo. En este caso, la crítica solo rescataba su intento de inclusión, aunque narrativamente no traía nada nuevo. Encanto es una belleza musical y animada, pero a ojos de un servidor, carece de una chispa que la haga especial. Frozen y Ralph el demoledor fueron unas maravillas en su momento, pero las secuelas no resultaron satisfactorias (y Frozen me da una sensación similar a Encanto). Y Pixar, aunque ha tomado sus riesgos y muchas veces encuentro sus películas más disfrutables, también ha caído en las mismas prácticas que Disney (por razones obvias). Tenemos las películas de Toy Story que tuvo un cierre perfecto en la tercera entrega, pero llegó una cuarta y ya se trabaja en la quinta. Por otra parte, ya vivimos el mal uso del factor nostálgico cuando se estrenó Lightyear. Esto no quita sus avances en animación digital, logrando unas imágenes bastante llamativas y que no le caería nada mal que les dieran una mano a sus colegas de Disney y Marvel.

Sin embargo, existe otro problema que resulta ajeno a la casa del ratón. Me refiero al público. ¿Qué? ¿Pensaste que esto solo iba contra Disney? Desde mi punto de vista, el público es un elemento más. Este se encuentra compuesto por varias generaciones que chocan en sus puntos de vista y Disney no sabe a quién debe dirigirse. Por un lado, está un sector conservador influenciado fuertemente por ideas que ya resultan viejas al querer implementarse a nuestra realidad social; por el otro están quienes se aferran a esos recuerdos de la infancia y que intentan alargar ese periodo de sus vidas el mayor tiempo posible, tal vez como alivio a una realidad llena de preocupaciones. Pero también, parte de esa generación, clama por un cambio en los estándares sociales que han influenciado al entretenimiento. Eso sin mencionar a los jóvenes que no se toman nada en serio y hacen chistes en base a racismo, homofobia o machismo sin comprender del todo el peso de sus palabras. Finalmente, están los niños, un público ambivalente que igual es fácil de complacer y a la vez complicado, porque esta generación está más centrada en otras cosas como videojuegos o youtubers. Si no me creen, visiten un área de preescolar y verán la gran cantidad de infantes que juegan Minecraft, Roblox y conocen la canción más reciente de Shakira. A ellos lo que menos les importa es ver a una sirenita blanca, asiática o afrodescendiente; los niños solo quieren divertirse al ver una película y a veces ni le prestaran atención la hora y media de su duración.

Tanto DreamWorks como Illumination han tomado su camino. Han creado sus propias franquicias y se han atrevido a experimentar nuevas fórmulas, algunas más aceptadas que otras, algunas más memorables que otras. Illumination va a lo suyo mientras DreamWorks buscará cualquier pretexto para burlarse de Disney. Independientes a eso, ambos estudios se han atrevido a reimaginar conceptos ya conocidos: Shrek es una interpretación diferente de los cuentos de hadas clásicos, Kung Fu Panda tiene su lado cómico y lo mezcla con el ambiente de lejano oriente para resultar en una película de artes marciales, Mi villano favorito le da un enfoque nuevo a un elemento vital en toda historia, los villanos. Disney prefiere jugar seguro; invierte en sus efectos, pero ha menguado en sus propuestas. Pero al final del día, eso tampoco les afecta, pues esta empresa si algo sabe muy bien, es hacer dinero y sin importar cuantas quejas reciban sus remakes o películas nuevas por variar a los personajes en su color de piel o querer integrar a personajes LGBT, se saldrá con la suya y obtendrá lo único que en verdad le interesa: dinero. Con esto no quiero decir que otros estudios se interesen en algo más que no sea el capital, son negocios a fin de cuentas; sin embargo, sus productos aún se arriesgan a experimentar tramas, estilos de animación y temáticas. Pero Disney se ha quedado anquilosado en sus propios éxitos sin saber modernizarse del todo.

 

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